El cumpleaños de Susana

Por Martina Arenillas (Diario Perfil)

Placer absoluto. Así es, en sus palabras, la realidad de Susana Giménez hoy. Pasó un año alejada de las pantallas y disfrutó de un verano de relax en La Mary, fiestas en Punta del Este y el seguimiento de cerca de la construcción de su nueva mansión en Laguna Garzón, el refugio en el que espera poder tomar vivir al natural sin fisgones a su alrededor.

No es que el paso de los años, como a todos, no le pese. Que cumplir años no le haga demasiada gracia, ni que sean 69, ya, no la sorprenda. Pero ella elige. Elige sentirse de 30, vivir rodeada de sus mascotas preferidas, mantenerse alejada de los hombres –y que eso, esté bien– y trabajar cada vez más duro para verse como le gusta estar: en forma. También, se permite un festejo de cumpleaños más tranquilo que lo que acostumbraba y hasta irse a dormir un poco bajoneada la noche anterior después de ver Amour, una especie de versión dramática y francesa de Elsa y Fred dirigida por Michael Haneke.



Pero como el hombre es un animal de costumbres, Susana tiene mañas y rituales a los que se aferra con firmeza. Ahora llegó el momento de un clásico: la visita obligada a Miami para programar el año que está empezando. Así es que, después de un paso veloz por Buenos Aires, hoy vuela a la ciudad más latina de Estados Unidos para la primera reunión de trabajo de 2013 que tiene precisamente mañana.

Menos de una semana atrás, el 29 de enero, se despedía de Uruguay y, al mismo tiempo que cumplía un año más, le daba vuelta la cara al paso del tiempo: “Acá estamos todos en bikini”, respondía desentendida Susana, a las bromas sobre la edad que Oscar González Oro le hacía en conversación telefónica en su programa de Radio 10.

Después de una tarde de pileta en la clásica chacra color salmón –que no venderá, independientemente de la nueva casa– llegó el momento de la fiesta. Aunque íntima, a la celebración no le faltó el brillo característico de la homenajeada. Los doce invitados –amigos como Teté Coustarot, Celia Sofovich, Sofía Neiman y Daniel Mañas– fueron recibidos en la suite más lujosa del Conrad con un exquisito bandejeo que incluyó blinis de salmón al eneldo con crema agria, shot de ceviche con atún y langostinos crocantes con salsa teriyaki. Al pasar al vestíbulo, los esperaba una larga mesa decorada con dos enormes arreglos florales multicolores y la leyenda “¡Feliz cumple, Susana!”, escrita en cada uno de los platos, sobre una gelatina transparente salpicada por semillas y florcitas comestibles.

Con un look más sobrio y cómodo, la diva estuvo elegantísima y de negro, con un diseño de Roberto Cavalli, con zapatos de Giuseppe Zanotti, cartera de Givenchy y el cabello suelto. En un cruce étnico, hubo comida italiana, mariachis y mojitos y torta de chocolate belga. Después, llegó el baile, los tragos y el cotillón, en la terraza de la suite, que siguió hasta entrada la madrugada.

Rito obligado. Uno de los momentos álgidos de la noche, al menos para los invitados, fue el de los regalos: encontrar algo para sorprenderla es una tarea de ingenio. Un libro de decoración –una de las pasiones de Susana que podrá poner nuevamente en práctica en unos meses, cuando le llegue el momento de completar su nueva mansión– , un juego de tazas, una manta y un saco de estampa folk, y un cantero.

Ingeniosos estuvieron Marcela Amado y Lolo Meyrelles, con una heladerita para jardín. También el arquitecto de la diva en Laguna Garzón, Javier Gentile lo intentó con un cuadro intervenido de una foto de Su de los 60. Pero sin lugar a dudas, el que logró realmente sorprender y mimarla fue Daniel Mañas. “Una reina para otra reina”, rezaba, triunfal, el presente. El productor y amigo de Susana se lució con una pequeña muñeca de la reina Isabel II, el artículo “it” de uno de los diseñadores ingleses del momento, Chris Collicott. Con un movimiento parecido al que tienen los gatos dorados de la suerte que todo supermercado chino exhibe en la sección Cajas, la pequeña soberana inglesa vestida de turquesa mueve la muñeca y saluda; un gesto que funciona gracias a un mecanismo que se activa con energía solar.